Cómo enseñar a tus hijos adolescentes a manejar el estrés

Cómo enseñar a tus hijos adolescentes a manejar el estrés

El estrés no es solo cosa de adultos. Hoy día niños y adolescentes sufren niveles de estrés poco saludables de acuerdo a la Asociación Americana de Psicología.

 

El estudio Estrés en America que realiza dicha asociación año con año arrojó en 2013 que los niños y adolescentes entre los 13 y los 17 años reportaban altos niveles de estrés. La principal causa de estrés fue la escuela, seguida de la presión por entrar a una buena universidad o decidir que harían al terminar la preparatoria.

 

De acuerdo a otras fuentes, es probable también que el bullying, así como los cambios corporales y psicológicos propios de esta etapa, así como el manejo de las relaciones con su mismo sexo y el opuesto, sean algunos estresores con los que los adolescentes tienen que aprender a lidiar.

 

Dicho estrés podría, como en el caso de los adultos generar síntomas físicos y emocionales de estrés en los jóvenes. Más de un 25 por ciento de los adolescentes reportaron síntomas como rechazar responsabilidades, sentirse abrumados, tener pensamientos negativos o cambios en sus hábitos de sueño. Más de un tercio reportó asimismo sentirse cansado, nervioso o ansioso o sentirse irritable o enojado.

 

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Los padres pueden ayudar a sus hijos adolescentes a manejar el estrés. Estas son algunas formas de hacerlo:

 

  • Detectar los síntomas a tiempo. Los padres son responsables de detectar síntomas como irritabilidad, enojo, excesiva preocupación, problemas para dormir o una forma desordenada de comer. Estos son signos de alerta que deben tomarse en cuenta pues cuando los jóvenes no cuentan con las habilidades necesarias para detectar y manejar el estrés, son más propensos a consumir alcohol y otro tipo de drogas. 

 

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  • Mantener las líneas de comunicación abiertas. Si los padres son abiertos y receptivos a la comunicación, el o la adolescente sentirá mayor confianza hacia ellos para hablar de lo que le aqueja. Es conveniente  pasar tiempo con ellos, en el que puedan tomarse decisiones de forma compartida. Escucha lo que tu hijo tiene que decirte, comparte algún pensamiento positivo y déjale saber que valoras su opinión.
  • Enseñar formas saludables de manejar el estrés. La actividad física es una de las mejores formas de hacerlo. Permite a tu hijo elegir la actividad o deporte que mejor se adapte a su personalidad e intereses. Mejor aún: haz del ejercicio una actividad que puedan compartir en familia.
  • Mantener buenos hábitos de sueño es también muy importante. La relación entre el estrés y el sueño aparece de manera circular o cíclica: el estrés puede generar problemas para dormir y la falta de sueño puede provocar que el estrés y la irritabilidad aumenten al día siguiente. Limita el tiempo de pantallas electrónicas y actividades estimulantes durante la tarde y fija horarios para dormir.
  • Enséñale a manejar las presiones escolares. Ayúdale a establecer objetivos y enséñale cómo lograrlos. Puedes proveerle de herramientas para mejorar su organización y enseñarle a solucionar problemas por sí mismo. En la medida en que tu hijo adolescente aprenda a resolver las situaciones que se le presentan, será capaz de manejar las situaciones estresantes que aparezcan cuando sea independiente.

 

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  • Crea un puerto seguro. Además de rutinas y rituales como comer o cenar todos juntos, haz que tu hijo (a) se sienta en casa en un ambiente confortable, no solo física sino también emocionalmente. Mantener bajo control la tensión en el hogar, ayudará a que cuando tu hijo (a) se sienta estresado (a), sienta que puede acudir a este puerto seguro a recibir apoyo.
  • Se ejemplo de actuación. Los niños y adolescentes aprenden la manera en cómo sus padres o cuidadores lidian con el estrés, por lo que no servirá de nada lo que digas, si ellos no ven en ti un ejemplo de cómo manejarlo. Perder el control en forma ocasional es aceptable, pero si ellos ven repetidamente como sus padres se salen de control, aprenderán a hacer lo mismo.
  • Busca ayuda profesional. Durante la adolescencia, además del consumo de drogas, pueden surgir trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia y bulimia, trastornos afectivos como la ansiedad y la depresión, entre otros. Si tu hijo (a) da señales de comenzar a tener síntomas de estrés y/o alguno de estos trastornos, es tiempo de actuar.

 

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Referencia: American Psychological Association. Talking to teen about stress

 

 

Cómo saber si mi hijo podría estar consumiendo drogas

Cómo saber si mi hijo podría estar consumiendo drogas

El consumo de drogas entre los jóvenes es un fenómeno preocupante: cada vez son más los jóvenes y a una edad más temprana, quienes se inician en su consumo, e incluso algunas investigaciones sugieren que en la actualidad son las adolescentes mujeres quienes inician antes que los varones a consumir alcohol y tabaco.

 

Las razones de ello son varias: en primer lugar, la influencia que ejercen los grupos de pares es un factor muy importante, es decir, que si dentro del grupo de amigos se consume algún tipo de ellas, existe una probabilidad o riesgo mayor de que nuestros hijos las consuman, dado que de esta forma se asegura la pertenencia al grupo, algo muy importante en esta etapa de la vida.

 

En segundo lugar, los jóvenes son atraídos con gran frecuencia a probar las drogas para “saber qué se siente”, deseo en parte promovido por el grupo de pares, pero también por una atracción hacia las experiencias nuevas y en algunos casos, como una manifestación de rebeldía hacia la autoridad.

 

Por otro lado, si los padres beben, fuman, o consumen otro tipo de drogas, existe también un riesgo mayor para sus hijos, que ven en sus padres dicha conducta, y que aceptan esta como “normal” o aceptable. Este tipo de padres, de manera consciente o no, promueven y en algunos casos fomentan abiertamente el consumo de drogas, por ejemplo, invitando a sus hijos a tomar la primera copa o fumar el primer cigarro con ellos, pensando que de esta manera, enseñan a sus hijos a manejar su consumo en forma responsable.

 

Respecto a este último punto, la evidencia sugiere que tanto el consumo de alcohol como de tabaco son puertas de entrada a otro tipo de drogas y que entre más se retrase el consumo de éstas, existe una probabilidad menor de que los menores se vuelvan adictos y/o puedan consumir otras drogas de segundo nivel, además de que todavía durante esta etapa, el cerebro no ha completado su desarrollo, siendo mayor el daño cuando se inicia su consumo a edades tempranas.

 

El consumo de alcohol y tabaco son puertas de entrada a otras drogas y entre más se retrase su consumo, es menos probable que los menores se vuelvan adictos y consuman drogas de segundo nivel

 

En algunos casos, los jóvenes intentan llenar un vacío o resolver los problemas que tienen en casa, en la escuela, etc. por lo que es importante evaluar el contexto familiar, social, etc. Con frecuencia, el consumo y abuso de drogas aparece junto con algunos padecimientos psiquiátricos, lo cual se conoce como comorbilidad, tales como el trastorno bipolar y el abuso de sustancias; La comorbilidad también implica que hay una interacción entre las dos enfermedades que puede empeorar la evolución de ambas (National Institute on Drug Abuse-NIH).

 

Prevenir es mejor que tratar, por lo que algunos indicios pudieran ser importantes. Esto no quiere decir que cualquiera de estos signos sea indicativo por sí mismo de que tu hijo pudiera estar consumiendo drogas, sin embargo, es importante que si tu detectas uno o varios de ellos, los tomes en cuenta:

 

  1. Ojos rojos, irritados, pupilas dilatadas o mirada perdida.
  2. Olor; aunque tradicionalmente el olor o tabaco y alcohol son apreciados de manera natural, hoy día las adolescentes recurren a otros métodos para sentir los efectos del alcohol, tales como los “tampodkas”.
  3. Cambio en los patrones de comportamiento, entre ellos: Hábitos de sueño (empezar a dormir poco o demasiado), Alimentación (empezar a comer poco o demasiado), Socialización (aislamiento repentino), Aseo (falta de higiene notoria), Conducta en general (comienza a parecer hiperestimulado, eufórico o por el contrario demasiado aletargado).
  4. Su desempeño escolar como en otro tipo de actividades se ve afectado.
  5. Guardar con celo excesivo su espacio y/o pertenencias. Ojo, los adolescentes buscan tener su propio. espacio, pero cuando existe una negativa rotunda y exagerada a permitir el aseo de su habitación, ropa, etc. y además se añaden otros signos, es importante tomarlo en cuenta.
  6. Empieza a manejar cantidades de dinero, que no le has proporcionado y/o te das cuenta que el dinero que guardabas en tu bolsa o en alguna parte de la casa desaparece.
  7. Encuentras en sus bolsillos, sobres, pastillas o cualquier otra cosa que llama tu atención o desconoces, y cuando le preguntas responde de manera agresiva o violenta.
  8. Frecuenta amistades que “no te dan buena espina”.
  9. Miente respecto de las personas y lugares con quienes ha estado en forma reiterada.
  10. Sale de la casa sin decir a donde va, tarda en regresar, llega tarde, etc.

 

Qué hacer?

 

Si notas alguno de estos signos es importante reforzar la comunicación con tu hijo (a); si esto no fuera posible, es probable que requieras de apoyo para hacerlo; acudir con un especialista o centro que brinde el apoyo y asesoría necesaria es vital para evitar que tu hijo pueda volverse adicto a las drogas. Más que amigos, como padres somos responsables del sano crecimiento y desarrollo de nuestros hijos.

 

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