El consumo de drogas entre los jóvenes es un fenómeno preocupante: cada vez son más los jóvenes y a una edad más temprana, quienes se inician en su consumo, e incluso algunas investigaciones sugieren que en la actualidad son las adolescentes mujeres quienes inician antes que los varones a consumir alcohol y tabaco.
Las razones de ello son varias: en primer lugar, la influencia que ejercen los grupos de pares es un factor muy importante, es decir, que si dentro del grupo de amigos se consume algún tipo de ellas, existe una probabilidad o riesgo mayor de que nuestros hijos las consuman, dado que de esta forma se asegura la pertenencia al grupo, algo muy importante en esta etapa de la vida.
En segundo lugar, los jóvenes son atraídos con gran frecuencia a probar las drogas para “saber qué se siente”, deseo en parte promovido por el grupo de pares, pero también por una atracción hacia las experiencias nuevas y en algunos casos, como una manifestación de rebeldía hacia la autoridad.
Por otro lado, si los padres beben, fuman, o consumen otro tipo de drogas, existe también un riesgo mayor para sus hijos, que ven en sus padres dicha conducta, y que aceptan esta como “normal” o aceptable. Este tipo de padres, de manera consciente o no, promueven y en algunos casos fomentan abiertamente el consumo de drogas, por ejemplo, invitando a sus hijos a tomar la primera copa o fumar el primer cigarro con ellos, pensando que de esta manera, enseñan a sus hijos a manejar su consumo en forma responsable.
Respecto a este último punto, la evidencia sugiere que tanto el consumo de alcohol como de tabaco son puertas de entrada a otro tipo de drogas y que entre más se retrase el consumo de éstas, existe una probabilidad menor de que los menores se vuelvan adictos y/o puedan consumir otras drogas de segundo nivel, además de que todavía durante esta etapa, el cerebro no ha completado su desarrollo, siendo mayor el daño cuando se inicia su consumo a edades tempranas.
El consumo de alcohol y tabaco son puertas de entrada a otras drogas y entre más se retrase su consumo, es menos probable que los menores se vuelvan adictos y consuman drogas de segundo nivel
En algunos casos, los jóvenes intentan llenar un vacío o resolver los problemas que tienen en casa, en la escuela, etc. por lo que es importante evaluar el contexto familiar, social, etc. Con frecuencia, el consumo y abuso de drogas aparece junto con algunos padecimientos psiquiátricos, lo cual se conoce como comorbilidad, tales como el trastorno bipolar y el abuso de sustancias; La comorbilidad también implica que hay una interacción entre las dos enfermedades que puede empeorar la evolución de ambas (National Institute on Drug Abuse-NIH).
Prevenir es mejor que tratar, por lo que algunos indicios pudieran ser importantes. Esto no quiere decir que cualquiera de estos signos sea indicativo por sí mismo de que tu hijo pudiera estar consumiendo drogas, sin embargo, es importante que si tu detectas uno o varios de ellos, los tomes en cuenta:
- Ojos rojos, irritados, pupilas dilatadas o mirada perdida.
- Olor; aunque tradicionalmente el olor o tabaco y alcohol son apreciados de manera natural, hoy día las adolescentes recurren a otros métodos para sentir los efectos del alcohol, tales como los “tampodkas”.
- Cambio en los patrones de comportamiento, entre ellos: Hábitos de sueño (empezar a dormir poco o demasiado), Alimentación (empezar a comer poco o demasiado), Socialización (aislamiento repentino), Aseo (falta de higiene notoria), Conducta en general (comienza a parecer hiperestimulado, eufórico o por el contrario demasiado aletargado).
- Su desempeño escolar como en otro tipo de actividades se ve afectado.
- Guardar con celo excesivo su espacio y/o pertenencias. Ojo, los adolescentes buscan tener su propio. espacio, pero cuando existe una negativa rotunda y exagerada a permitir el aseo de su habitación, ropa, etc. y además se añaden otros signos, es importante tomarlo en cuenta.
- Empieza a manejar cantidades de dinero, que no le has proporcionado y/o te das cuenta que el dinero que guardabas en tu bolsa o en alguna parte de la casa desaparece.
- Encuentras en sus bolsillos, sobres, pastillas o cualquier otra cosa que llama tu atención o desconoces, y cuando le preguntas responde de manera agresiva o violenta.
- Frecuenta amistades que “no te dan buena espina”.
- Miente respecto de las personas y lugares con quienes ha estado en forma reiterada.
- Sale de la casa sin decir a donde va, tarda en regresar, llega tarde, etc.
Qué hacer?
Si notas alguno de estos signos es importante reforzar la comunicación con tu hijo (a); si esto no fuera posible, es probable que requieras de apoyo para hacerlo; acudir con un especialista o centro que brinde el apoyo y asesoría necesaria es vital para evitar que tu hijo pueda volverse adicto a las drogas. Más que amigos, como padres somos responsables del sano crecimiento y desarrollo de nuestros hijos.
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